Existen muchas situaciones en nuestro día a día que nos provocan emociones intensas, normalmente emociones que generan malestar y que resultan difícil de gestionar. Esto puede ser debido a que no nos han educado para ello y también porque vivimos en modo automático, no reflexionamos sobre qué es lo que ocurre en nuestro mundo interior (sensaciones corporales, emociones, sentimientos y pensamientos) y muchas de las veces no somos ni conscientes de las emociones que vamos acumulando día a día.
¿Qué es lo primero que hacemos cuando nacemos?
Inspiramos oxígeno que llena nuestros pulmones de vida.
No existe ninguna otra actividad humana de tanta trascendencia como la respiración. Todas las actividades del organismo necesitan oxígeno para su funcionamiento, sin esta dejaríamos de existir.
¿Habías tomado conciencia de ello?
En apariencia, respirar es fácil, pero no solemos hacerlo de forma correcta, ya que no utilizamos plenamente nuestra capacidad respiratoria. Desde que somos niños la mayoría de nosotros comenzamos con una respiración superficial, simplemente llevamos nuestra respiración a nivel torácico, dicha respiración se caracteriza por ser rápida, arrítmica, sin pausas, dominando la inspiración sobre la espiración (de ahí la necesidad del suspiro, que permite vaciarnos adecuadamente); todo ello provoca una deficiente oxigenación celular y eliminación de CO2, experimentando alteraciones a nivel físico y psicológico, como puede ser problemas cardiocirculatorios, faringolaringitis, gases en el aparato digestivo, nerviosismo, falta de concentración, cansancio, etc...
Podemos aprender a utilizar la respiración para relajarnos, conocernos, dominarnos, etc. Junto con el control de la mente, una correcta respiración es un elemento indispensable para gozar de
salud y bienestar físico y psicológico.